La Catedral de Pamplona fue construida a lo largo de diferentes siglos y es la joya de la ciudad siendo su visita casi imprescindible. Atravesar la fachada neoclásica es retroceder en el tiempo, a otro sin duda más espiritual y mucho más pétreo. Miremos donde miremos todo es piedra: suelos, paredes y techos. Pero si alzamos la vista hacia las bóvedas comprenderemos que no siempre fue así. Las catedrales estaban recubiertas y pintadas, y en la de Pamplona se han insinuado los colores para ayudar a nuestra imaginación a hacer el resto.

La nave central es gótica (s. XIV y XV) y tiene 28 metros de altura. En su centro está el sepulcro de Carlos III y su esposa Leonor. A sus pies dos lebreles riñen por un hueso, lo que vino a representar la disputa de Francia y Castilla por el reino de Navarra.

La cocina está considerada un ejemplo casi único de cocina gótica, se caracteriza por tener chimeneas en cada una de las esquinas y la linterna octogonal en el centro. Sus escultóricas formas asoman al exterior en un volumen prismático que alcanzan los veinticinco metros de altura.

El refectorio es una hermosa sala rectangular de amplios ventanales era el comedor, y así lo atestigua su comunicación directa con la cocina.