Durante la Edad Media la villa estaba defendida por un castillo que junto con los de Ujué, Olite y Tafalla constituyó la línea defensiva de Navarra primero en contra de los musulmanes y más tarde frente al Reino de Aragón. Hoy en día no quedan apenas restos del recinto amurallado, tan solo su posible ubicación y las amplias panorámicas de la Ribera de Navarra que desde sus almenas se divisaba.