En esta apartada zona encontraremos uno de los rincones de mayor encanto de Pamplona. No debería perdérselo, por las vistas desde las murallas y por las callejuelas medievales por las cuales parece no haber pasado el tiempo. Encontraremos un antiguo bar, El Caballo Blanco, con unas agradables terrazas y asomándonos al Baluarte del Redín veremos el Portal de Francia o de Zumalacárregui, construido en 1553 y que todavía conserva el puente levadizo que cerraba la ciudad al caer la noche. Por él llegan los peregrinos desde Roncesvalles camino de Santiago.

Pamplona es la primera ciudad con la que se topa el peregrino, y siempre ha estado profundamente vinculada al Camino y a su significado. En la Edad Media, cuando las comunicaciones eran un desastre, situarse en primera línea de la principal ruta de intercambio cultural, espiritual, económico, artístico y político de la época era un privilegio que no se podía desaprovechar. Por el Camino penetró el arte románico y el gótico, y muchos de los peregrinos de Europa, conocidos genéricamente como francos, se asentaban en la península importando sus conocimientos y cultura. Pamplona debe mucho al Camino de Santiago, y procura corresponder con su hospitalidad al peregrino.